Desde hace dos años, el Valencia CF emprendió un esfuerzo por revitalizar la atmósfera en Mestalla, que se vio afectada tras la pandemia y por decisiones anteriores en la gestión de la grada de animación. Con el propósito de silenciar las críticas dirigidas hacia el presidente del club en ese momento, Anil Murthy, y hacia el máximo accionista, Peter Lim, se ideó la formación de una nueva grada de animación exclusivamente dedicada a este propósito.
Para lograr este cometido, se buscó desplazar a los miembros anteriores de la ‘CN10’ del estadio y se encomendó al jefe de Seguridad del club la tarea de formar una nueva grada dirigida por individuos diferentes a los que previamente habían liderado la animación. Se seleccionaron personas con experiencia en la antigua ‘CN10’ y algunos exmiembros de Yomus para dirigir esta iniciativa. Sin embargo, esta colaboración se estableció bajo un acuerdo estricto: la grada debía limitarse a animar y no permitirse protestas. A cambio, el club proporcionó acceso al cuarto de almacenamiento dentro de Mestalla para el material de animación y conectó el micrófono a la megafonía del estadio.
Aunque este pacto se ha mantenido rigurosamente durante los últimos dos años bajo la dirección del club, en los últimos meses ha generado tensiones dentro de la ‘Grada de Animación’. Algunos miembros jóvenes no comprenden la prohibición de expresar protestas y se sienten reprimidos cuando intentan hacerlo.
Estas discrepancias han afectado el ambiente en la grada, evidenciándose en el último partido contra el Real Betis, donde la animación no alcanzó el nivel esperado y se percibió una falta de liderazgo. Muchos de los jóvenes aficionados se sienten señalados si expresan críticas contra Lim en la grada, lo que ha llevado a enfrentamientos con otros miembros.
En resumen, aunque la grada fue creada para fomentar la animación y restringir las críticas, las tensiones recientes demuestran que controlar las expresiones de una masa crítica resulta complicado. La situación plantea interrogantes sobre si la animación debe prevalecer sobre la libertad de crítica.
Imagen: Biel Aliño/EFE