En las últimas horas, Tribuna Deportiva ha revelado en detalle la dramática experiencia vivida por Dani Cuesta y su mujer en Singapur la semana pasada, quienes fueron retenidos por las autoridades del país tras manifestarse contra el propietario del Valencia CF, Peter Lim.
El calvario comenzó el pasado 3 de octubre, cuando Dani Cuesta, de viaje de novios en Singapur, posó con una bandera amarilla con el mensaje “Lim Go Home” y pegó adhesivos con el lema “Lim Out” en una propiedad que, según reconoció más tarde, creyó que era un hotel pero que en realidad era el domicilio del magnate. Al día siguiente, cuando intentaban volar hacia Bali como parte de su luna de miel, Dani fue identificado por un detector facial en el aeropuerto y retenido junto a su mujer.
Las autoridades los trasladaron a una sala, donde un agente de seguridad les mostró una foto de Dani con la bandera. A pesar de sus disculpas, el agente fue hostil, burlándose de ellos con frases como: «¿Os pensáis que por poner banderas venderá?», y asegurando que Lim no vendería el club si no recibía una gran cantidad de dinero. Después de confiscar sus teléfonos y revisar sus contenidos, les retiraron los pasaportes y los interrogaron tanto a él como a su pareja, preguntándoles si pertenecían a alguna organización y quién estaba detrás de su acción.
Posteriormente, fueron llevados a comisaría, y las autoridades les advirtieron que podrían enfrentarse a un juicio. La embajada española intervino, y el cónsul valenciano se reunió con ellos para conocer los detalles. Sin embargo, les transmitió que habían ofendido a una persona muy influyente en el país, refiriéndose a Peter Lim, y no podía prever las consecuencias de su situación.
El caso cobró notoriedad en España el lunes, cuando el periodista Héctor Gómez lo desveló en Tribuna Deportiva, mientras que las autoridades singapurenses, citaban a Dani y a su esposa a nuevos interrogatorios, centrándose en su relación con la asociación Libertad VCF, grupo crítico con la gestión de Lim en el Valencia CF. Durante los interrogatorios, un agente llegó a insultarles e incluso amenazó a la mujer de Dani diciéndole que «se quedaría en Singapur» si no mantenían silencio. Las tensiones crecieron hasta el punto de que el cónsul, que actuaba como traductor, se negó a seguir traduciendo los improperios del agente y advirtió que el tono de la conversación era inadmisible.
Finalmente, el miércoles, tras horas de incertidumbre y amenazas, las autoridades singapurenses decidieron dejar el caso en una advertencia y les devolvieron los pasaportes, aconsejándoles que abandonaran el país de inmediato. En el último momento, recibieron un mensaje de la delegada del gobierno español, Pilar Bernabé, que indicaba que se estaban gestionando sus trámites, aunque esto reflejaba que no estaban informados de la situación. Ya a bordo del avión de regreso, Dani y su mujer avisaron al cónsul y respiraron aliviados tras días de angustia y miedo por lo que podría haber sido un final mucho más complicado en un país donde las manifestaciones son consideradas delito.
