El duelo entre el Alavés y el Valencia, disputado en el estadio de Mendizorroza, transcurría con normalidad hasta que, en el minuto 78, el árbitro Gil Manzano se convirtió en el protagonista inesperado del choque al señalar un polémico penalti que terminó por decidir el encuentro. La acción, que generó una ola de críticas y dejó atónitos a los jugadores del conjunto che, se produjo tras una desafortunada intervención de Mamardashvili.
El meta georgiano no logró despejar de puños un balón aéreo y, al caer, se topó con Mouriño, jugador del Alavés, que inmediatamente se desplomó sobre el césped. Sin dudar, Gil Manzano señaló el punto de penalti ante la incredulidad de los futbolistas valencianistas, que rodearon al colegiado para protestar por una decisión que consideraban injusta.
Pese a la revisión del VAR, el árbitro mantuvo su criterio y no modificó su decisión inicial. Joan Jordán asumió la responsabilidad desde los once metros y, aunque Mamardashvili llegó a tocar el esférico, no logró evitar el gol que terminaría siendo decisivo para el resultado final. Con este tanto, el Alavés certificó prácticamente su salvación y dejó al Valencia, dirigido por Carlos Corberán, muy alejado de los puestos europeos. La polémica decisión de Gil Manzano encendió los minutos finales del encuentro, con los jugadores del Valencia mostrando su descontento en cada disputa y el público de Mendizorroza celebrando un triunfo clave para su equipo.
Las imágenes posteriores del encuentro mostraron una acción en la que, a ojos de muchos, no existió un contacto suficiente para justificar la pena máxima. No obstante, el marcador ya estaba cerrado y el Valencia regresó a casa con un sabor amargo y la sensación de haber perdido una oportunidad vital por una decisión arbitral cuestionable. La polémica está servida, y el debate sobre el uso del VAR y la interpretación de los contactos en el área vuelve a estar sobre la mesa.