El Valencia CF ha cerrado un nuevo mercado de fichajes con una novedad significativa: por primera vez desde 2019 el gasto de plantilla ha aumentado. Aquel año marcó un punto de inflexión, con la salida abrupta de Marcelino y Mateu Alemany, y desde entonces el equipo se había ido debilitando. La ausencia de ingresos europeos, el impacto de la pandemia y la prioridad de Peter Lim por evitar pérdidas económicas habían derivado en un abaratamiento progresivo.
Con la llegada de Ron Gourlay, la inversión ha crecido y el club ha ganado cierta flexibilidad en la toma de decisiones. Sin embargo, en Mestalla se asume que la distancia con los grandes que compiten cada temporada en Europa sigue siendo enorme. Internamente se reconoce —también ante agentes de confianza— que hay cinco equipos en una dimensión muy superior, inalcanzables salvo que el Valencia logre durante años un trabajo impecable acompañado de una inversión mucho mayor.
En el otro extremo, también se admite que existen cuatro o cinco conjuntos con plantillas muy debilitadas, llamados a luchar por evitar el descenso salvo sorpresa mayúscula. Entre ambos escenarios se abre un abanico de ocho clubes que pelearán por la zona media de la tabla. Y ahí, el área deportiva del Valencia está convencida: la plantilla actual tiene nivel suficiente para estar más cerca del séptimo puesto que del decimosexto, aunque sin marcarse Europa como una obligación.
En esa línea se expresó Gourlay en la única rueda de prensa que ha ofrecido hasta la fecha. “Europa es un objetivo, pero hay que cumplir distintas etapas para llegar. Estoy contento con el trabajo realizado, aunque queda mucho por hacer todavía. En Inglaterra decimos que uno solo puede comprar la tela en función del presupuesto que tiene. Vamos a trabajar al máximo para avanzar y veremos dónde podemos llegar al final de la temporada”. Unas declaraciones que, matizan desde dentro, fueron malinterpretadas en algunos medios: en ningún momento se aseguró que el objetivo inmediato fuera regresar a Europa este mismo curso.