Goldman se protege ante un hipotético riesgo de descenso y habrá penalizaciones si el Valencia se excede en el Fair Play

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Goldman se protege ante un hipotético riesgo de descenso y habrá penalizaciones si el Valencia se excede en el Fair Play

El complejo entramado financiero que sostiene al Valencia CF tiene como pieza central el préstamo estructurado a través de un fondo de titulización con Goldman Sachs. Una operación diseñada para asegurar a los bonistas el cobro de su inversión, pero que deja al club con una capacidad de maniobra muy reducida hasta que el club aumente sus ingresos vía nuevo estadio o mejores resultados deportivos. 

Cómo funciona la operación

A diferencia de un préstamo bancario convencional, Goldman Sachs no dejó el dinero directamente al club. El Valencia cedió sus derechos de cobro futuros —principalmente ingresos de televisión, abonos, patrocinadores y, en el futuro, los derivados del Nou Mestalla— a un Fondo de Titulización de Activos (FTA). Ese fondo emite bonos y es el que administra todos los flujos de dinero.

Aunque desde fuera pueda parecer que el FTA es una extensión del club, en realidad se trata de una entidad separada que tutela los ingresos cedidos. Sus funciones son claras: pagar los costes y compromisos de la deuda, amortizar el préstamo de 65 millones pendiente y financiar el estadio. Solo el remanente, si lo hay, vuelve al Valencia.

El sistema en cascada: la ‘waterfall’

Actualmente llegan al fondo prácticamente todos los ingresos del viejo Mestalla (26 millones) procedentes de los ingresos cedidos y en el futuro lo harán los ingresos del futuro estadio. Ese dinero se reparte siguiendo un orden de prioridades ya pactado —impuestos, gastos administrativos, intereses, amortizaciones— antes de que el club pueda ver un solo euro. Solo una vez cubiertos esos pagos, el sobrante se transfiere a las cuentas del Valencia.

Este año, por ejemplo, los intereses superan los 10 millones. Si entran 25 millones por ingresos, tras pagar esa cantidad el club podría disponer de 15. Pero la realidad es más restrictiva: el fondo debe mantener en todo momento una reserva mínima obligatoria de 9,025 millones más el 50% del promedio anual de la deuda. En la práctica, alrededor de 18 millones quedan bloqueados solo para garantizar la seguridad de los bonistas.

La cláusula por descenso

A esta rigidez se suma una condición especialmente gravosa: la Reserva por Descenso. Si el Valencia CF terminara la temporada entre los cinco últimos puestos de LaLiga (del 16º al 20º), el mecanismo se activa automáticamente. Eso supone que el club pierde liquidez, ya que se bloquea el 50% del importe medio anual de los costes financieros en la cuenta de retenciones. En otras palabras: en caso de riesgo de descenso, la caja se reduce drásticamente para blindar todavía más a los acreedores. Si la temporada siguiente el Valencia finalizara la temporada el 14º, se liberaría la cantidad retenida y el Valencia recuperaría caja, actuando bilateralmente. 

El coste real de la plantilla

Si a eso se suma el incremento del gasto en plantilla respecto a la pasada campaña, las pérdidas acumuladas y la decisión de Peter Lim de no inyectar capital, el resultado es que el Valencia ha necesitado buscar entre 25 y 30 millones adicionales para liquidez. Esa es la explicación a los movimientos financieros de los últimos meses. Pero Goldman todavía ata más en corto al Valencia y es que existe una cláusula por la que el club no se puede exceder en el Fair Play. En el caso de que eso ocurra y no se subsane, el club tendría que ceder más ingresos para garantizar siempre el cobro. 

Consecuencias de impago

El suelo del futuro estadio está dada en garantía. En caso de impago, la ejecución hipotecaria caería directamente sobre el club, que difícilmente podría absorber el agujero contable. De ahí la frase que circula entre analistas: “Es más probable que el Valencia desaparezca a que los bonistas dejen de cobrar”.

Intereses y plazos

Cada bono devenga un interés del 5,82% anual sobre el saldo vivo pendiente de amortización. Aunque no existe penalización por amortización anticipada, sí hay gastos de ruptura vinculados a los swaps contratados como cobertura de tipos de interés. El diseño de la operación permite llegar hasta los 400 millones si hubiera imprevistos, pero a costa de hipotecar todavía más los recursos futuros del club.

Un corsé financiero

En definitiva, la combinación de la cascada de pagos, la reserva mínima obligatoria y la cláusula por descenso convierte la operativa del Valencia en un auténtico corsé. La entidad dispone de cuatro cuentas en CaixaBank, cada una destinada a un fin concreto de pago, bajo la estricta vigilancia de la gestora del fondo.

Por eso, aunque desde fuera pueda parecer que los ingresos del club están disponibles para reforzar la plantilla de forma libre, la realidad es que el margen es mínimo hasta que el estadio nuevo empiece a funcionar o el equipo mejore deportivamente. El objetivo de Goldman con todas estas cláusulas no es dar potencia de fuego deportiva, sino blindar al máximo a los acreedores

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