La temporada 2024-25 del Valencia CF tendrá un nombre propio imborrable: Carlos Corberán. El técnico, prácticamente un desconocido para el gran público antes de aterrizar en Mestalla a finales de diciembre, ha protagonizado una de las reacciones más impactantes que se recuerdan en el fútbol español. Lo que parecía una caída libre hacia Segunda División se convirtió en una salvación inesperada gracias al trabajo, la metodología y la personalidad de un entrenador que ha enamorado al valencianismo.
Corberán cerró su primera campaña al frente del equipo con un empate en el Benito Villamarín, un resultado que puso fin a una segunda vuelta que roza lo milagroso. En apenas 21 partidos de Liga, sumó 34 puntos (media de 1.62 por partido), suficientes para levantar a un equipo que era colista en el momento de su llegada y llevarlo hasta la 12ª posición, rozando incluso la octava plaza en algunos tramos del curso.
Con un balance de 9 victorias, 7 empates y solo 5 derrotas —dos de ellas con la salvación ya en el bolsillo—, Corberán ha conseguido devolver la esperanza a una afición que empezaba a resignarse a lo peor. La comunión con Mestalla ha sido total, y el reconocimiento a su labor, unánime.
Sin embargo, con la temporada ya finalizada, todas las miradas se dirigen ahora hacia el futuro. ¿Qué planes tiene el club? ¿Qué inversión llegará desde Singapur, donde en los últimos años ha primado el recorte por encima de la ambición deportiva? Las respuestas a estas preguntas marcarán el rumbo de un proyecto que, por fin, ha encontrado un líder en el banquillo. El entrenador está. La ilusión del técnico por seguir y crecer también. Pero para que el milagro de Corberán no quede en anécdota, la plantilla necesita refuerzos, herramientas y una apuesta decidida desde los despachos. Mestalla ya ha hablado: quiere creer. Ahora le toca al club estar a la altura.